Siempre he dicho que el domingo es un excelente día para confesar los pecados. No sé qué día de la semana usted está leyendo este artículo, pero aquí va mi confesión: soy fatal con el uso de herramientas para arreglar cualquier cosa. Ya sea electricidad, plomería, carpintería, mecánica, etc. Dios no me dio esas habilidades y tampoco mi padre se tomó el tiempo para enseñarme.
Recuerdo cuando un sábado, recién casado, quise hacer alarde de mi hombría y conocimientos de mecánica ante mi amada y preciosa esposa. Decidí cambiar el aceite y el filtro de aceite de su carrito Honda Civic del 1974. Comencé a las ocho de la mañana y eran las cinco de la tarde y aún no había terminado una labor que apenas debe tomar algunos 5 minutos. Recurrí a todas las herramientas existentes en el mercado. El resultado; un filtro hecho pedazos y la pieza del motor que sostiene el filtro destrozada. Hubo que llevar el vehículo a un experto mecánico, uno de esos que usan vestimentas llenas de grasas y usan colonia para hombres marca Castrol Edge #40. Hubo que hacer un invento para que el vehículo no usara filtro de aceite. Eventualmente terminamos vendiendo el carro y comprando uno nuevo. Me salió bastante caro mi alarde de hombría y de mecánico. Ni mencionar como me miraban y lo que pensaban otros hombres de mí, incluyendo por supuesto el mecánico, al enterarse de mi desastroso intento de mecánica. Me sentía sumamente avergonzado e inferior al compararme con aquellos hombres que son calificados como “verdaderos hombres” por sus habilidades mecánicas.
Lamentablemente, lo mismo sucede en hoy día; la cultura, puede medir a los hombres contra un modelo de hombre singular y avergonzar a aquellos que no se conforman o cumplen con esos requisitos. Existen, los llamados “mecánicos de profesión” y los que se pasean con conocimientos de mecánicos u otras habilidades que definen o pretender definir lo que es un hombre.
Piensa en La película The Sandlot, (Nuestra Pandilla en España y en muchos países Latinoamericanos). La película está contada a través de la perspectiva de Scotty Smalls, (Su apellido en Ingles se puede traducir como “pequeños”, el cual va muy bien con el personaje), quien recuerda su primer verano en Los Ángeles, California. En 1962, Scotty se muda con su madre y su padrastro, Bill, a un nuevo vecindario, y lucha por hacer nuevos amigos. Una tarde, decide seguir a un grupo de chicos del vecindario, y los ve jugar un juego improvisado de béisbol en un pequeño campo, el cual le llaman el Sandlot o el arenero. Scotty es reacio a unirse al juego, ya que tiene miedo ser ridiculizado debido a su inexperiencia. Sin embargo, elige jugar con ellos, pero no logra atrapar ni lanzar correctamente la pelota como los demás niños. Todos los demás jugadores, excepto Benny Rodríguez, comienzan a burlarse de Scotty por cometer errores, lo que lo lleva a abandonar el campo de juego avergonzado. Benny, que es el mejor jugador del barrio, protege a Scott de los insultos de sus compañeros, y lo invita a reincorporarse al juego. Procede a dar consejos a Scotty y le ayuda a ganarse el respeto de los otros jugadores. Con el tiempo, Scotty es aceptado y se convierte en una parte integral del equipo. [Cuanto me gustaría que nuestras iglesias también tengan sus Benny Rodríguez, que sean mentores de otros hombres y estos se puedan incorporar al Arenero de la Iglesia.]
¡Seguimos con la película! Cuando por fin hay un juego entre dos equipos del barrio se puede apreciar una imagen muy reveladora. En un equipo, tienes a aquellos que son limpios, atléticos y de élite. Se ajustan a un modelo esperado de un equipo de béisbol. Caminan con la espalda más recta. Son más agresivos. Sus cuerpos están mejor proporcionados. Uno no tiene que cuestionar si son parte del equipo o no ya que puede verse fácilmente.
Cuando miramos a los chicos de Benny Rodríguez, los del Arenero, no encajan del todo en la imagen. Algunos de ellos son escuálidos, flacos. Algunos de ellos tienen sobrepeso. Algunos usan espejuelos recetados. Algunos de ellos llevan ropa que no les queda bien. Muchos de ellos ni siquiera son muy buenos en el béisbol.
Si bien estos dos grupos son solo niños en este punto, es fácil ver que, a medida que han de crecer, un grupo tendrá un tiempo fácil para demostrar que son hombres, y el otro grupo tendrá muchas más dificultades para demostrar que son hombres, porque un grupo, el primero, se ajusta mejor a la imagen y las expectativas ideales de la masculinidad en nuestra cultura. Incluso la cultura estadounidense, con su clamor de diversidad espera que los hombres se ajusten a unos ideales predeterminados, como en otras culturas. Y la pregunta que procede es: ¿Quién define estos ideales?
Te espero en la próxima edición de Herramientas de Papa del Ministerio Padre de Corazón donde continuamos con esta nueva serie; Hombría; ¿Quién la define?
Mientras tanto, nos veremos en el barrio…un cafecito a la vez.
Copyright 2022
Dr. Rafael (Rafy) Gutierrez
Pastor/Director
Ministerio Padre de Corazón
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Fuentes consultadas: Base de datos de la Guía de Consejería, Torres, K., & Muñoz, M. Editorial Tesoro Bíblico.
Foto por: Tim Mossholder en Unplash.com
