“…como trata un padre a sus propios hijos…”
Supongamos que nos cruzamos con un agricultor y le preguntamos qué semilla es la que siembra y nos contesta que no sabe. ¿Acaso no diremos que está loco? Nos preguntaríamos, ¿cómo un agricultor no sabe qué semilla está sembrando? Sin embargo, cuántos padres se preguntan qué están sembrando en sus hijos, ni mucho menos cuál será la cosecha. Padres, ¿qué semillas estás sembrando en el corazón y la mente de tus hijos? ¿Estás dándole un buen ejemplo? ¿Estás enseñándoles en los caminos de Dios y Su justicia? ¿Son tus palabras de ánimo, consuelo y exhortación para que vivan una vida digna de Dios?
Lo más seguro es que has escuchado la expresión “las palabras se las lleva el viento” esta expresión en el fondo lo que dice es que aquello que se pronuncia, no se escribe y no se firma tiene un peso menor al de una hoja frágil y amarillenta de las que caen de los árboles en otoño. Quizás en el ámbito legal sea así, pero en el ámbito personal, en tu relación con tus hijos, no funciona de la manera legal.
Son las palabras, que difícilmente se lleva el viento de nuestra memoria, aquellas que nos han dicho personas que apreciamos, que amamos, y que nos hicieron daño, que nos hirieron. Puede que más tarde entendamos que las dijeron en un momento de frustración, de ansiedad o de rabia y comprender que no la sentían. Sin embargo, no es tan fácil borrarlas de la memoria como el viento puede llevarse a la hoja que cae lentamente de un árbol. El problema es que estas palabras quedaron registradas como una profunda huella emocional y nuestra memoria no suele olvidar lo que provoca huellas profundas. ¿Te ha sucedido?
¿Cuántos de ustedes tienen registrado en su mente palabras que le hirieron grandemente y aún no han podido hacer que el viento se las lleve? Ahora viene la pregunta difícil: ¿Cuántos de ustedes en un momento han pronunciado palabras hirientes u ofensivas hacia otras personas? ¿Y qué tal hacia sus hijos?
Continua…
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Dr. Rafy Gutierrez, DMin
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Foto por: Jed Owen en Unplash
