Fort Leonard Wood, Missouri. Enero 1979. Cuando estábamos listos para salir al entrenamiento básico en el Ejercito de los Estados Unidos y mientras esperaba en una larga fila, me sucedieron un par de cosas interesantes. Estaban recopilando información personal para las placas de identificación, conocidos en inglés como “dog tags”, de cada uno de los que estábamos allí. Como parte de la información teníamos que proveer nuestra religión o denominación de preferencia. Para ese tiempo estaba asistiendo a una Iglesia Presbiteriana en Puerto Rico, así que mientras esperaba mi turno, estaba practicando mentalmente cómo decir “presbiteriano” en inglés. Repetía sin cesar la misma palabra: “presbyterian”, “presbyterian”, “presbyterian”, de manera que cuando llegara mi turno la pudiera decir correctamente. Llamaron al chico frente a mi quien respondió con voz fuerte: «Baptist» (bautista). Era mi turno y la palabra “presbyterian” no salía de mi boca. No podía pronunciar la palabra que había practicado repetidamente. Estaba recibiendo presión por una respuesta, así que la única palabra que pude pronunciar fue: «Baptist». Me molestó muchísimo no poder pronunciar la palabra “presbyterian” luego de haber practicado sin descansar. Sentí que había fracasado en ese momento. Miré hacia arriba y dije: «Bueno, supongo que ahora que soy bautista no voy a perder mi salvación.»
Pocos minutos después de haber contestado las preguntas de rigor y “convertirme” en bautista, comencé a sentirme mal físicamente. Perdí el conocimiento. Recuerdo que desperté en una ambulancia rodeado de un par de técnicos de emergencias que me hacían muchas preguntas. Mi única respuesta a cada pregunta era: «My name is José Rafael Gutiérrez Rodríguez«. Pasé 5 días en el hospital. No entendía que había sucedido ni mucho menos lo que los médicos y enfermeras trataban de comunicarme. Hasta el día de hoy no tengo idea de lo que me pasó. Recuerdo que trajeron un joven para que tradujera lo que me decían en ingles al español y lo que yo decía en español al inglés. Pero su español dejaba mucho que decir. Uno de los médicos dijo: “Este es uno de los casos donde el Ejercito de los Estados Unidos recluta personas que no están preparadas para comunicarse en nuestro idioma.” Me sentí fracasado nuevamente. Sentí que no estaba listo para cumplir con mi juramento de varios días atrás al unirme al Ejercito de los Estados Unidos. ¿Estaría tratando de hacer algo fuera de tiempo? ¿Seria ese mi llamado? Aun no tenia mi “dog tag”. ¿Cómo van a saber en el hospital que ya soy salvo? ?
Al reflexionar sobre ese tiempo puedo ver como el Ejercito de los Estados Unidos fue parte esencial en proceso continuo de la formación de mi carácter según el plan de Dios para conmigo. Solo fueron cinco días en el hospital en Fort Leonard Wood. Cinco días en un cuarto frio, en pleno invierno. Sin tener contacto con mi familia ni conocidos. En un país diferente al mío, con un idioma que apenas podía entender y mucho menos hablar. Solo cinco días en un desierto frio. Ahora, imagínate cuarenta años. Cuarenta años en el desierto como parte de la Escuela de Formación del Carácter. Me pregunto si Moises, antes de entrar a esta escuela, pensó que estaba respondiendo claramente a su propósito, a su llamado.
Muchos sabemos la historia de Moises y cómo llegó al palacio del Faraón en Egipto. Escucha como lo expresó Esteban en Hechos 7: 20-27: “En esos días nació Moisés, un hermoso niño a los ojos de Dios. Sus padres lo cuidaron en casa durante tres meses. Cuando tuvieron que abandonarlo, la hija del faraón lo adoptó y lo crio como su propio hijo. A Moisés le enseñaron toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso tanto en palabras como en acciones. Cierto día, cuando Moisés tenía cuarenta años, decidió visitar a sus parientes, el pueblo de Israel. Vio que un egipcio maltrataba a un israelita. Entonces Moisés salió en defensa del hombre y mató al egipcio para vengarlo. Moisés supuso que sus compatriotas israelitas se darían cuenta de que Dios lo había enviado para rescatarlos, pero no fue así. Al día siguiente, los visitó de nuevo y vio que dos hombres de Israel estaban peleando. Trató de ser un pacificador y les dijo: “Señores, ustedes son hermanos. ¿Por qué se están peleando?”. Pero el hombre que era culpable empujó a Moisés. “¿Quién te puso como gobernante y juez sobre nosotros? —le preguntó—. ¿Me vas a matar como mataste ayer al egipcio?”. Cuando Moisés oyó eso, huyó del país y vivió como extranjero en la tierra de Madián. Allí nacieron sus dos hijos.
“Moises supuso que Dios lo había enviado para rescatarlos, pero no fue así.” Espera, estamos hablando de Moises, el libertador del pueblo Hebreo. Esteban frente al concilio de sacerdotes en Jerusalén declara que no fue así. Luego dice que Moises huyo del país, viviendo como extranjero en la tierra de Madián. ¿Qué paso? Podemos decir que no era el tiempo para Moises llevar a cabo su llamado. Pero es fácil verlo ahora desde nuestra expectativa, pero no desde la perspectiva de Moises en ese tiempo. Tratemos de identificarnos con Moises mientras juntos caminamos por esta serie de mensajes titulada: En el Desierto; Formación del carácter a través de la sumisión total a Dios.
¡Continua! Nos vemos próximamente en el barrio.
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Dr. Rafael (Rafy) Gutiérrez
Director/Pastor Ministerio Padre de Corazón.