La Biblia no registra las conversaciones entre Pedro, el pescador, y Mateo, el recaudador de impuestos. Te puedo asegurar que debieron ser lo más interesante. Tal vez se pueda desarrollar un libreto para una película o una serie de televisión. ¿Qué crees? Si bien es cierto que la Biblia no registra las conversaciones entre Pedro y Mateo, hay una conversación registrada en el Evangelio de Mateo que ha sido de controversia a través de los siglos por la interpretación dada a la misma. De hecho, sirvió como una de las razones doctrinales para dar superioridad al papado en la iglesia en Roma con la decadencia del imperio romano. Me estoy refiriendo a la conocida Confesión de Cesárea de Filipo registrada en Mateo 16:13-19 (RV60). He aquí el dialogo:
“Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
En el lenguaje deportivo y en específico en el beisbol, Pedro había pegado un cuadrangular. Los discípulos contestaron la pregunta de Jesús: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Pero al preguntarle a ellos que pensaban, Pedro fue el primero en contestar. ¡Y aquí viene el cuadrangular! “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” El Cristo, el ungido. Jesús sella la contestación indicando que solo Dios Padre pudo haber revelado tal declaración. ¿Te puedes imaginar cómo se sentiría Pedro en esos momentos? El resto de los discípulos estarían admirándolo por sus palabras. Jesús mismo le felicito, “Bienaventurado eres, Simón…” Como diríamos en nuestro pueblo; pecho inflado. Pedro había sellado su liderazgo dentro del grupo de los discípulos. Los años de seguir a Cristo estaban dando fruto. Me pregunto si Pedro en ese momento pensó que ya estaba listo para ser “pescador de personas”.
Según cuenta la historia, tras el revés de la invasión rusa, cuando el ejército francés regresó derrotado a través de la helada planicie siberiana, con miles de soldados heridos, enfermos, desnutridos, desmoralizados, el emperador Napoleón Bonaparte, a sabiendas del ambiente hostil que se había generado contra él en Francia, donde pedían su abdicación, tiró al abandonó a sus tropas, y apresuró su regreso a París. El hombre que había volteado la faceta de casi todo un continente, donde era idolatrado como la máxima figura, más sublime de Francia, de Europa, y el mundo entero, pasaba a ser en el imaginario popular, como la figura de un hombre derrotado, abatido, humillado: «un ridículo enano, ambicioso y cruel». Poco después, en una carta confidencial al embajador de Varsovia, el emperador dejaba con la célebre frase, la constancia de su dramático fracaso: «De lo sublime a lo ridículo solo hay un paso».
Al Jesús anunciar su muerte minutos después de la declaración de Pedro, de su majestuoso cuadrangular, Pedro una vez más es el primero en hablar: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” Escucha la contestación de Jesús: “Quítate de delante de mí, Satanás; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” ¡Ouch!, hablando de los sublime a lo ridículo solo hay un paso. Aquí vemos que luego de Pedro estar en lo más sublime, cae a lo ridículo frente a su maestro y el resto de los discípulos.
Al igual que Pedro, tú y yo vamos a tropezar. Tu y yo vamos a cometer errores. Vamos a decir cosas que no debemos decir. Vamos a caer de lo sublime a lo ridículo en un solo paso. Es parte del proceso de formación de carácter. Es parte del proceso de madurez espiritual. Es inevitable. Esta en nuestra naturaleza misma.
Míralo en tu rol como papá. Esas preciosas criaturas, tus hijos, van a hacer cosas que te dejaran con la boca abierta. Dirán cosas que te enfadarán. Pero sabes que es parte del proceso de crecimiento. Te corresponde disciplinarlos, educarlos, con amor. Son tus discípulos. Así como Jesús estaba comprometido a discipular aquellos doce hombres ordinarios, que luego hicieron cosas extraordinarias, tu compromiso es discipular a tus hijos para que un día hagan cosas extraordinarias para Dios.
¡Nos vemos en el barrio…un cafecito a la vez!
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Dr. Rafael (Rafy) Gutiérrez
Director – Ministerio Padre de Corazón.
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