Un pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Pittsburgh, Pennsylvania, cuenta de una conversación con un miembro de la congregación que le dijo: “Ustedes los predicadores hablan mucho de “hagan a otros”, pero la realidad es que toda esa habladuría se reduce a la teología de la palangana.” El pastor le pregunto: “ ¿Teología de la palangana? ¿Qué es eso?”. El caballero respondió: “¿Recuerda lo que Pilato hizo cuando tuvo la oportunidad de dejar libre a Jesús? Pidió una palangana y se lavó las manos. Pero Jesús, la noche antes de su muerte, busco una palangana y procedió a lavar los pies de los discípulos. Todo se reduce a la teología de la palangana: ¿Cuál de ellas vas a usar?”
Cuando tenemos la mente de Cristo, tenemos una mente de servicio. Escucha lo que el mismo Señor dijo en el Evangelio de Marcos 10:45: «Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos». Son las palabras de Jesús. De eso se trata Su Reino y de eso se trata el liderazgo de servicio; sacrificio y servir, dar y compartir, considerando las necesidades de otros al menos iguales, si no mayores, a las necesidades de nosotros mismos.
Es una forma de pensar admirable, ¿No crees? Pero es un proceso difícil de llevar. ¿Por qué? Porque estamos acostumbrados a pensar en nuestros talentos y dones en términos de lo que pueden lograr por y para nosotros y para nuestro reconocimiento. Estamos impulsados por la ambición de lograr algo, y el pecado ha distorsionado ese impulso haciéndolo egoísta. Al igual que los arquitectos de la Torre de Babel, “queremos construirnos una ciudad” y “hacernos un nombre”, queremos que nuestro nombre sea reconocido, caemos fácilmente en la vanagloria. “Nuestra ciudad deseada”, hablando en sentido figurativo, es a menudo tener una reputación impresionante y recibir elogios de quienes nos rodean. Tal impulso no nos lleva naturalmente al liderazgo de servicio.
La mente que Jesús cultiva en nosotros no tiene nada que ver con los logros obtenidos al servirnos a nosotros mismos. Sin duda, la mentalidad de servicio tendrá impulso y ambición, pero no en la dirección que perseguíamos anteriormente. Al contrario, seremos consumidos por una visión del Reino de Dios y nos daremos cuenta de que la única manera de tener esa unidad es sirviendo a los demás. No nos preocuparemos por nuestros propios reconocimientos y títulos, pero por el nombre del Reino de Dios. En lugar de hacer un nombre de nosotros mismos, haremos un nombre para el Reino de Dios.
Liderar siguiendo el modelo de Jesús es más que una declaración, es un compromiso de guiar en forma diferente. Jesús estuvo dispuesto a lavar los pies a sus discípulos. Su vida humana, perfecta e impecable termino entregando su vida en rescate de muchos. Esto nos dice que la grandeza no se halla en el rango (títulos) ni en la posición, sino en el servicio. El liderazgo debe basarse en el amor que debe expresarse en el servicio.
Dios Todopoderoso se hizo hombre, llego al vecindario, al barrio y sirvió a la gente pecadora. Podríamos aprender de su ejemplo. De hecho, debemos hacerlo. Es un mandato, pero es un mandato con una promesa: este servicio engrandece el Reino de Dios y comienza en tu hogar. Nuestros dones y nuestros talentos se convierten en herramientas útiles para los beneficios de los demás. Se reduce a la teología de la palangana. ¿Cual de las dos has de tomar? ¿La de Poncio Pilato o la de Nuestro Señor Jesucristo?
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Dr. Rafael Gutierrez
Director Ministerio Padre de Corazón
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