¡Pensé que no sucedería! En medio de la pandemia del COVID-19 pensé que la temporada de beisbol de grandes ligas en Estados Unidos seria cancelada. ¡Al fin llego! El primer juego oficial de los Texas Rangers se dio el Viernes 24 de Julio a las 7:00pm hora central. Me sentí entusiasmado ver por televisión a los Rangers en el campo de juego, pero a la misma vez sentí tristeza al ver el parque vacío, sin fanaticada. Solamente 150 personas, empleados de la organización de los Texas Rangers, fueron permitidos en el nuevo y espectacular estadio. La organización también hizo lo mejor posible en poner imágenes de fanáticos en tamaño real, figuras de cartón, en varias localizaciones. Durante la transmisión se usaron efectos de sonido como si el estadio estuviese lleno de gente. ¡No es lo mismo! Tuve sentimientos encontrados. Me pregunté como se sentirían los jugadores al no ver y escuchar los fanáticos en el estadio con sus vítores y algarabías por cada espectacular jugada. La falta de energía que emana de miles y miles de fanáticos animando a los Rangers se dejó sentir en la inauguración de un estadio con un costo de $1.2 billones de dólares con aire acondicionado y techo retractable.
Una expresión en el lenguaje del beisbol dice: “La bola es redonda pero viene en caja cuadrada.” En la vida, como en el juego de beisbol, todo puede suceder. ¡Hay sorpresas! Los resultados que se esperan no siempre son los mismos y se necesita del ánimo de otros para seguir adelante, para mantenernos firmes con el uniforme bien puesto. Hay algo muy especial en el ánimo que proviene de otros en todo momento, especialmente en tiempos de retos y dificultades.
En 1ra de Tesalonicenses 2:11-12 Pablo le dice a la iglesia en Tesalónica: “Saben también que a cada uno de ustedes lo hemos tratado como trata un padre a sus propios hijos. Los hemos animado, consolado y exhortado a llevar una vida digna de Dios, que los llama a su reino y a su gloria.” Pablo les recuerda que estando con ellos en Tesalónica, fue para ellos como un padre para sus propios hijos. De este pasaje podemos notar tres responsabilidades, de las muchas que deben de estar en un padre presente: Animar, Consolar y Exhortar. A diferencia del juego de beisbol o cualquier otro deporte organizado, la relación de padre e hijo no es por una temporada ni se cancela o se suspende; es para toda la vida. En esos años se entrelazan las experiencias, buenas y malas, tristes y felices.
Ahora, vamos a ubicarnos. ¿Qué es animar? Desde pequeños, anhelamos recibir aprobación y admiración por lo que hacemos. Clamamos que se nos animen: “¡Mami, mami, mira lo que dibujé!”. Esperamos que ella ponga el dibujo en un lugar visible y se sienta orgullosa de nuestros talentos artísticos. Cuando aprendemos a correr bicicleta: “¡Papi, papi, mírame! ¡Mira! Sin manos. ¡Mírame, sin los pies! Papi, mírame, sin dientes”. (Okey, es un chiste). Todos ambicionamos recibir ánimo de parte de los demás, de personas que nos alienten y nos hablen con palabras sabias, especialmente de aquellos cercanos a nosotros. La Biblia misma nos anima a exhortarnos los unos a los otros cada día. (Hebreos 3:13). “Animar” significa dar vida, estimular, alentar, dar fuerza y vigor. La palabra animar significa literalmente “ayudar a otra persona a ganar confianza”. El que anima “provoca” a otra persona para que tenga confianza en que puede cambiar.
Papás, sus palabras a sus hijos son poderosas. No puede recuperar sus palabras: una vez que se pronuncian, se adentran en el corazón de sus hijos. Es imperativo que siempre tenga cuidado con lo que dice y cómo trata a sus hijos. Tenga cuidado en su disciplina de ellos. La Biblia advierte contra provocar a nuestros hijos y disminuir sus espíritus. Colosenses 3:21: «Padres, no provoquen a sus hijos, para que no se desanimen.”
¡Nos vemos próximamente en el barrio!
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Dr. Rafael Gutierrez
Director-Ministerio Padre de Corazón
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