Las heridas del padre…y de la madre.

Parte 1

Las heridas del padre (y de la madre)…

Tal vez esta es una de la serie de mensajes más difícil que he tenido que desarrollar. En nada tiene que ver con las reglas de homilética, la composición, reglas de elaboración, contenidos, estilos y correcta predicción del sermón o discurso religioso. Tampoco tiene que ver con las técnicas para llamar la atención de la audiencia o para que continues leyendo lo que he de compartir. Lo que lo hace difícil es el reto emocional del mismo. Se de antemano que mientras desarrollo este mensaje me encontrare en lugares que no quiero ir y pensar en cosas que no quiero pensar. Pronto, Octubre 17, estaré cumpliendo 65 años y con toda honestidad aun necesito la figura paterna, la figura de un padre, en mi vida.

Pausa: ¿Apuntaste la fecha de mi cumpleaños? 😊

¡Aquí vamos! En arroz y habichuelas (frijoles) y “a calzón quitao”. He querido compartir con ustedes esta nueva serie de mensajes titulada “Las heridas de un padre…y de una madre” y contarle un poco más de mi relación con mi padre. Quiero aclarar desde ahora, que no me estoy refiriendo a una relación abusiva físicamente ni tampoco verbal. Si, hubo algunos incidentes donde sus palabras me hirieron, pero fueron más la ausencia de sus palabras y la inacción, pasividad, de mi padre, en los momentos en que más lo necesitaba, las que crearon una serie de heridas en mi vida. Tal vez para usted, amigo y amiga que me escucha, es fácil decir “eres hombre y como tal debes saber sobreponerte a esas heridas.” Cuidado con esa forma de pensar. Contrario a lo que la cultura, y con certeza me atrevo a decir que la religión, nos enseña, los hombres tienen sus sentimientos y emociones que no necesariamente brotan luego de una “chelas”, cervezas “vestidas de novia”, tequilas…bueno, ya saben a lo que me refiero.

De una manera o de otra en cada uno de nosotros, los hombres, hay cierto grado de inseguridad. No necesariamente todos los que han crecido con la ausencia del padre en sus vidas carecen de confianza, seguridad o batallan con problemas de salud mental. Sin embargo, los estudios demuestran que existe una fuerte conexión entre la presencia del padre, de una figura paterna, en la vida de sus hijos y el sentido de confianza y seguridad con la que ellos, los hijos, crecen y se desarrollan.

Ken Canfield, quien dirige un ministerio enfocado en la paternidad en Estados Unidos, nos dice que: “la primera influencia en la condición del corazón de un padre es la influencia de su padre.” Esa influencia permanece en el corazón del padre y sale a brote en los momentos en que menos esperamos sin tener que necesariamente señalar que es resultado de la relación o falta de relación con el padre. Entonces, el primer paso para que un padre se convierta en un padre efectivo es reconocer su pasado resolviendo sus sentimientos, atributos, y acciones como hijo primeramente. Esta es una parte esencial en los talleres y conferencias para los padres del Ministerio Padre de Corazón.

Anteriormente, cité las palabras de mi buen amigo Jonathan Habashy: “la paternidad es concepto tardío, y la necesidad urgente de los padres está siendo completamente descartada. Esta realidad está poniendo en riesgo a toda una generación, y eso es solo el comienzo. Lo que sigue podría traer una oscuridad incalculable a las culturas de todo el mundo.” “Concepto tardío”, “Necesidad descartada”, “una generación en riesgo”, “oscuridad incalculable”. Son términos fuertes, que muchos quieren obviar, no hablar, y tristemente en muchas de nuestras iglesias, confiando que de una forma o de otra los gobiernos e instituciones educativas, respondan ante el “peligro claro e inminente” para que no suceda. Tampoco podemos esperar que el proceso de osmosis o difusión van a tener efecto en el hombre al entrar por las puertas de una iglesia por primera, segunda, o múltiples veces. ¡Tranquilo Rafy, Tranquilo!

En la misma línea de pensamiento el Dr. Canfield dice que “con la continua desintegración de la paternidad, las tendencias peligrosas empeoran. Padres, con heridas del padre, pasan un batón quebrantado a sus hijos y el ciclo continua. A menos que ese ciclo se rompa, el daño emocional y espiritual a los corazones de futuros padres es tan cierto como el defecto físico que se pasa genéticamente al corazón de las futuras generaciones.”

Continuamos en la próxima edición. Mientras tanto me gustaría escuchar de ti. Me puedes escribir a: rafy@padredecorazon.org o me envías un mensaje de texto a mi WhatsApp: +12145337899.