Las heridas del padre…y de la madre. Parte 6

Las heridas del padre…y de la madre. Parte 6

Parte 6

Enero 26, 1979, cesaron mis sueños, metas y aspiraciones. Necesitaba estructura, disciplina y dirección. Necesitaba aventurar en otras aguas. Había decidido dejar la universidad y unirme a las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Fui “voluntariado” para el oficio de técnico de rayos x, el cual me pareció ideal. Era una de las carreras de más duración y llena de retos. No solamente tenía que pasar los tres meses de entrenamiento básico pero entrar en la escuela medica del ejército extendía mi tiempo fuera de Puerto Rico.

Al salir de la casa, mi madre se encerró en su cuarto a llorar. Para mi sorpresa, mi padre decidió llevarme hasta el lugar donde tomaría el juramento. Casi tres horas de viaje por carretera. La conversación, por lo que recuerdo, fue en cuanto a la oportunidad que yo tendría de conocer mujeres y beber bebidas alcohólicas como él, mi padre, lo hizo durante su tiempo en el ejército. Yo solo pensaba en llegar lo más pronto posible, juramentar, subir al avión y salir de la isla.

El tiempo en el ejercito me dio lo que buscaba: estructura, disciplina y dirección, pero también me dio resiliencia al tener que enfrentarme a diferentes adversidades y dificultades por mí mismo. Tenía que batallar con una cultura diferente y con un idioma que no conocía. No podía darme por vencido. Regresar a Puerto Rico, como lo hicieron algunos de los que se unieron al ejército al mismo tiempo que yo, sería declararme como un fracasado. “Ya con mi padre como un fracaso es más que suficiente”, me decía constantemente para así continuar adelante.

Regrese a Puerto Rico con la mirada puesta en volver a Estados Unidos en un futuro cercano. Era tiempo de retomar mis sueños, metas y aspiraciones por mi propia cuenta. La relación con mi padre, bueno…con mis padres, continuaba en deterioro. Mi carrera profesional fue progresando cada año, pero no tenía a un padre con quien compartir mis logros. No era de importancia para él. Solo le importaba tener algo de dinero para satisfacer su vicio de cigarrillos y consumo de alcohol.

Mi padre murió el día 30 de Junio de 2004 de cáncer en el hígado que avanzó rápidamente en metástasis. A su muerte y en mis 47 años,  me quede esperando por lo menos tres de las siguientes cuatro expresiones que se espera floten del corazón de un padre: Te Amo, Estoy orgulloso de ti, Eres mi hijo amado, Perdóname. Eran las palabras, las últimas palabras, en el lecho de muerte que se esperan escuchar de un padre. Sus ultimas palabras para mi fueron: “viniste porque me estoy muriendo, viniste a verme morir”. Aun en sus últimos días, percibí amargura en sus palabras.  Este sentimiento lo vi constantemente en mis padres. Una constante batalla contra aquellos a quienes ellos pensaban que les habían quitado algo. Quiero detenerme aquí para hablar un poco del tema de amargura ya que definió grandemente la vida de mis padres y en especifico la de mi padre.

En estos días leí una definición muy interesante de amargura. Dice así: “es la decisión de aferrarnos al dolor cuando sentimos que alguien nos ha quitado o robado algo que no podemos recuperar con la esperanza de que podamos obtener justicia por lo que hemos perdido.” La decisión de aferrarnos al dolor. Decidimos dejar que la amargura se apodere de nuestras vidas buscando que solo las condiciones externas sean las que enmascaren esa amargura. Decidimos ser prisioneros de la amargura.

El Diccionario general de la Lengua Española Vox define la amargura como “el sentimiento duradero de frustración, resentimiento o tristeza, especialmente por haber sufrido una desilusión o una injusticia.” Según Jaime Mirón, la amargura es el pecado más fácil de justificar y el más difícil de diagnosticar porque es razonable disculparlo ante los hombres y ante el mismo Dios. A la vez, es uno de los pecados más comunes, peligrosos y perjudiciales y el más contagioso.[1]

En el griego del Nuevo Testamento, “amargura” proviene de una palabra que significa punzar. Su raíz hebrea agrega la idea de algo pesado. Finalmente, el uso en el griego clásico revela el concepto de algo fuerte. La amargura, entonces, es algo fuerte y pesado que punza hasta lo más profundo del corazón.[2]

A la amargura, igual que la miseria, le fascina tener compañía. Entre las compañeras favoritas de la amargura podemos encontrar a: la autocompasión, los sentimientos heridos, el enojo, el resentimiento, el rencor, la venganza, la envidia, la calumnia, los chismes, la paranoia, las maquinaciones vanas y otras más. La lista de invitados a la fiesta de la amargura puede ser larga.

¿Puede la amargura ser un impedimento, un obstáculo en tu rol como papá? ¿Experimentaste un padre presente en tu hogar pero ausente debido a su amargura?

Continuamos con esta serie de mensajes en la próxima edición. Mientras tanto me gustaría escuchar de ti. Me puedes escribir a: rafy@padredecorazon.org o me envías un mensaje de texto a mi WhatsApp: +12145337899.

Copyright 2022

Dr. Rafael (Rafy) Gutierrez
Ministerio Padre de Corazón.
www.padredecorazon.org

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[1] Mirón, J. La amargura, el pecado más contagioso. Editorial Unilit. (1994).

[2] Ibid.

07 Nov 2022

Pastor Rafy Gutierrez, DMin

Director Ministerio
Padre de Corazón

Rafael (Rafy) Gutierrez

Rafy Gutiérrez posee un bachillerato (licenciatura) en administración de empresas y dos maestrías; una en finanzas corporativas y otra en estudios bíblicos y ministerios. Posee un Doctorado en Ministerio (DMin) del Seminario Bautista Midwestern en Kansas City, Mo.  Su pasión es estudiar y enseñar la Biblia y brindar cuidado pastoral enfocado en el ministerio para padres.

Rafy es el Director del Ministerio Padre de Corazón, ministerio hispano de Abiding Fathers con oficinas en Dallas, Texas. Ha impartido talleres y conferencias sobre el rol del padre en Cuba, Puerto Rico, España y en varias ciudades en los Estados Unidos. Es productor y la voz en el Podcast de Padre de Corazón. Rafy es profesor adjunto en el Seminario Teológico Bautista de Midwestern y profesor invitado en el Seminario Teológico de Centro América extensión del Seminario Teológico de Dallas, Texas.

Rafy y su esposa, Ernestine (Ernie) se mudaron a la zona de Frisco, Texas desde Puerto Rico en 1995. Tienen dos hijas casadas, Amy y Wendy, y dos amados nietos, Coral y Joel.

Fue ordenado pastor en Marzo del 2016. Actualmente se congrega en The Heights en Español en Richardson, Texas.

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