“Julián, personaje ficticio, es uno de esos miles de adolescentes en nuestros países, para quienes en la vida hay un antes y un después. Antes y después del divorcio de sus padres.
De repente, se encuentra delante de muchos cambios; de vivir en una casa grande propiedad de sus padres a un pequeño apartamento de alquiler. De reunirse con una gran familia en Navidad a tener que alternar todas las fiestas importantes, entre el nuevo hogar de su padre y el hogar de su madre. De ser testigo de sus muchas peleas, críticas, palabras ofensivas, gritos y lágrimas. De recordar a sus padres felices, y ahora sentirse culpable sin saber por qué.
Julián, es llevado a terapia por su bloqueo en los estudios, aunque en realidad se trata de un bloqueo ante la vida. Un miedo absoluto a confiar de nuevo en alguien, a crecer como persona, a asumir responsabilidad, a amar. En definitiva, Julián tiene miedo a vivir.
Ante la pregunta de porque muchos de los padres no muestran interés en temas sobre paternidad y el rol de ellos en la familia, un pastor experimentado me dijo:
“Rafy, estamos ante una generación de padres con más recursos y menos tiempo. En los hijos depositan todo tipo de ilusiones, cargándolos con múltiples actividades, pero apenas queda tiempo para disfrutar de ellos. La crianza cada vez se parece más a una carrera de obstáculos de corta distancia. Entre dudas y sentimientos de culpa se preguntan: ¿Lo estamos haciendo bien? Y ante esa pregunta prefieren buscar información de gratificación inmediata en vez de tener experiencias relacionales que apunten hacia la eternidad.”
La familia sigue siendo el lugar por excelencia de intensas lealtades y, al mismo tiempo, el de tremendas frustraciones. Se da con frecuencia que tales relaciones, son causa directa o indirecta de las heridas emocionales que acarreamos a lo largo de nuestra vida; pero también es cierto que la fuerza y el valor que necesitamos para enfrentar y sanar dichas heridas nos es otorgada por esa misma relación familiar.
Comprender a nuestra familia resulta fundamental para entender nuestro lugar en la vida, ya que, probablemente, el sistema familiar actúa como el motor de los otros muchos sistemas de relaciones personales en los que nos vamos a desenvolver a lo largo de nuestra vida.
Desde la perspectiva de la fe cristiana, se ha considerado siempre que la familia forma parte esencial en la experiencia humana. Ya en el inicio, las Escrituras establecen que Dios no sólo ha creado a personas que conviven en relación, que crecen en intimidad y que son capaces de procrear, estableciendo así relaciones de continuidad entre generaciones.
Difícilmente podemos obtener a través de la Biblia un modelo de familia que sirva para ser aplicado a todas las situaciones y en todos los tiempos. Sin embargo, resulta evidente, al estudiar la Biblia, que Dios, proporciona consejos y nos ha dejado el testimonio de muchas historias de familias, con la finalidad de que las familias que nosotros engendremos puedan aprender de ellas y vivir con más sanidad y plenitud.
En nuestro contexto actual, la familia se encuentra inmersa en un profundo proceso de transformación debido a los cambios sociales, modificación de roles, estilos de vida, entre otros factores. Todo ello conlleva a que se den actualmente nuevos modelos de relaciones familiares. Sin duda, los estudios nos indican que ha habido más cambios en la familia, durante las últimas décadas que en los últimos siglos.
Yo creo que aquí en Estados Unidos, como también lo he experimentado en los países Latinoamericanos que he visitado, estamos viviendo bajo la presión de una cierta hostilidad ante todo aquello que implique una vida familiar. La vida familiar está siendo amenazada con la explosión de los medios sociales y los ataques diario que se dan en los mismo.
El posmodernismo, y los medios publicitarios, han influido en reforzar la afirmación del individuo por encima de cualquier tipo de institución. Hay una clara tendencia a buscar, ante las crisis y los conflictos, soluciones de índole privada y personal. Los derechos y los anhelos del individuo se anteponen en estos momentos a los de la institución familiar. Tomemos como ejemplo, el repetido caso de aquella persona que se plantea finalizar su matrimonio porque no se siente feliz, satisfecho, suficientemente realizado o porque va en busca de su carrera profesional. Su agenda individual va a ser prioritaria por encima de la opinión de su cónyuge o del bienestar de sus hijos. Lo que deseo enfatizar es que el individuo está, actualmente, por encima de la estructura familiar.
Este es el inicio de una nueva serie de mensajes titulada: La Familia; Sal y Luz (y Salsa) de la Tierra. La cual compartí recientemente en una serie de conferencias en el Seminario Teológico Rio Grande en Edinburg, Texas. Te invito a que me acompañes en la próxima edición de esta serie de mensajes.
Mientras tanto…nos vemos en el barrio…un cafecito a la vez.
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Dr. Rafael (Rafy) Gutiérrez
Pastor/Director
Ministerio Internacional Padre de Corazón
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