Continuamos con la serie de mensajes “Honrar a los Padres.” Esta serie surge por las múltiples conversaciones que he tenido en las conferencias y talleres del Ministerio Padre de Corazón sobre el honrar a los padres. La gran mayoría de estas conversaciones comienzan con preguntas como estas: ¿Cómo puedo honrar a mi padre y/o a mi madre cuando estuvo ausente en mi vida? ¿Cómo puedo honrar a quien ha dejado heridas profundas en mi corazón que aún no he podido sobreponer? Son preguntas válidas. Son preguntas que requieren atención y oración. Son preguntas que no se contestan con un estudio bíblico intensivo sobre si Adán tenía suegra o si tenia ombligo.
Antes de ir al mandamiento de honrar a los padres, creo que debemos ir a los primeros tres mandamientos según están registrado en Éxodo 20:1-17 y Deuteronomio 5:6-21. El primer mandamiento dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. El segundo mandamiento: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. Y el tercero: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”. ¿Has escuchado bien? ¿Estás escuchando Quien es el centro de estos tres primeros mandamientos? No eres tú, ni tus padres, ni mucho menos el pastor. ¡Es Dios!
En palitos y bolitas: el primer mandamiento es contra la adoración de cualquier otro dios que no sea el único Dios verdadero. Todos los otros son dioses falsos. Todos, inclusive aquellos a quienes por cariño o afecto quieras considerar como un dios en tu vida. El segundo mandamiento es en contra de hacer un ídolo, una representación visible de Dios. No hay imagen que podamos crear que pueda representar fielmente a Dios. El hacer un ídolo que represente a Dios es adorar un dios falso. La tendencia humana es la de crear imágenes o hacer ídolos visibles a quien adorar. Lo vemos en todas las esferas de nuestra vida. ¡En todas! Son muchos los dioses e ídolos a la cual el hombre adora diariamente por encima, bien por encima del Dios Todopoderoso. El tercer mandamiento prohíbe tomar el nombre del Señor en vano. No debemos tomar el nombre de Dios a la ligera. Debemos mostrar reverencia a Dios mencionándolo solo de manera honrosa y respetuosa. A Él y solo a Él debe ser toda nuestra honra y adoración.
En la edición anterior les dije que los primeros cuatro mandamientos se refieren a nuestra relación con Dios. Los siguientes seis tratan de nuestra relación con los demás. Es una relación vertical primeramente y luego horizontal. Es lo mismo con la gracia que proviene de Dios. Es vertical primeramente, de Dios para con nosotros y luego horizontal, de nosotros para con los demás a través de nuestras vidas. No podemos dar lo que no tenemos o no hemos recibido. Permítame decirlo en arroz y frijoles: aprendemos a honrar a los padres terrenales cuando primero honramos a Dios sobre todas las cosas.
Honrar, respetar a los padres es para el creyente una gran responsabilidad de obediencia que muchas veces viene acompañada de retos, emociones y hasta cautela en como lo hacemos. Observa que el mandamiento no dice honremos sólo a los padres que se lo merecen, o que nos han tratado bien. El mandamiento es general.
A veces, los hijos, sobre todo durante los años de la adolescencia, tienden a ser demasiado exigentes y críticos con los padres. Tú y yo estuvimos ahí. Pero algo sucede al pasar los años. Al aumentar la experiencia, se comienzan a ver las cosas de otra manera. Tal vez has escuchado estas palabras anteriormente:
A los siete años: «Papá es un sabio; todo lo sabe».
A los catorce años: «Me parece que mi padre se equivoca en algunas cosas».
A los veinte años: «Mi padre está un poco atrasado. No es de esta época».
A los veinticinco años: «Mi padre no sabe nada, decididamente está viejo».
A los treinta años: «No sé si ir a consultar este asunto con mi padre, tal vez él podría aconsejarme».
A los cuarenta y cinco años: «¡Qué lástima que papá se haya ido!, él me hubiera aconsejado».
A los setenta años: «Pobre de mi padre, era un sabio, lástima que lo haya comprendido demasiado tarde».
A medida que se envejece, se aprecia y reconoce cada vez más a los progenitores. El respeto a los padres, además de ser uno de los mandamientos de Dios, es una de las bases esenciales para la continuidad de una sociedad estable. Es lamentable ver cómo, en nuestro tan llamado mundo civilizado, se está perdiendo el respeto a los padres y, en general, a las personas mayores. La ruptura en las relaciones entre padres e hijos es una triste realidad hoy, incluso en el seno de la iglesia misma. ¡Tranquilo Rafy, Tranquilo! Esos son otros veinte pesos. Es tela para otra costura.
Es mi oración que esta nueva serie de mensajes sean no tan solo de bendición pero también de edificación en tu vida, pero más aun que sea para glorificar y honrar a Dios, nuestro Padre Celestial. Te espero en la próxima edición de Herramientas de Papá. Mientras tanto…ya sabes…Nos Vemos en el Barrio, con un cafecito a la vez.
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Dr. Rafael (Rafy) Gutierrez
Director
Ministerio Padre de Corazón
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