No somos nuestros propios dueños. Fuimos comprados. Pertenecemos a Dios. El padre que vive con este conocimiento, con estas palabras de sabiduría, que comprende que es propiedad de Dios, es un cristiano profundamente cambiado. Cuanta sabiduría necesitamos para criar y discipular a nuestros hijos. Así como tu perteneces a Dios, tus hijos pertenecen también a Dios. Son herencia que El nos ha dado, seamos responsables y actuemos con sabiduría en nuestras decisiones para con ellos.
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