El amor sobre todo. Parte 1b

“todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”

¿Hasta dónde llega nuestro amor como padre? ¿Hasta dónde nos mueve? ¿Cuál es la amenaza que nos frena para obrar por amor hacia los hijos? ¿Cuál es el límite que te dice “hijo/hija hasta aquí llega mi amor por ti”? “Jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas…” Si el amor nunca se da por vencido y se mantiene firme en toda circunstancias es natural que nunca, nunca pierda la fe y siempre tiene esperanzas. El amor nunca deja de esperar. Adam Clark fue uno de los grandes teólogos, pero había sido un estudiante más bien torpe. Un día, llegó un visitante distinguido a su escuela, y el profesor le señaló y dijo: “Ese es el chico más tonto de la escuela”. Antes de marcharse, el visitante se dirigió al chico y le dijo amablemente: “No te importe lo que digan de ti, tú puedes llegar a ser un gran intelectual algún día. No te desanimes, siempre trata de hacerlo todo lo mejor posible. Sigue intentándolo”. El profesor, con sus conocimientos, había perdido la esperanza, pero para el visitante, con una demostración de amor, todavía había esperanza. Y, ¿quién sabe? Puede que fuera aquella palabra de esperanza lo que hizo que Adam Clark llegara a ser el que fue.

El amor lo soporta todo con entereza triunfante. El verbo que se usa aquí se suele traducir por soportar o aguantar; pero lo que realmente describe no es el espíritu que puede sufrir adversidades pasivamente, sino el espíritu que, al soportarlas, las conquista y transforma. Se ha definido como “una constancia firme bajo la prueba”. George Matheson, que perdió la vista y sufrió una desilusión amorosa, escribió en una de sus oraciones que quería aceptar la voluntad de Dios, “no con muda resignación, sino con santo gozo; no solo sin murmurar, sino con un himno de alabanza”. Al final de sus días escribió: «Dios mío, nunca te he dado gracias por mi aguijón. Te he agradecido mil veces por mis rosas, pero ni una vez por mis espinas. He estado buscando un mundo donde reciba compensación por mi cruz, pero nunca he pensado en mi cruz como una gloria presente en sí misma. Enséñame la gloria de mi cruz, enséñame el valor de mi aguijón, muéstrame que he ascendido hacia ti por el camino del dolor. Muéstrame que mis lágrimas han hecho mi arcoíris.»

En un reciente taller virtual uno de los padres compartió con el grupo su lucha constante con ambos hijos. Al escuchar del comportamiento de uno de los hijos, pareciera fácil rendirse como padre. Sin embargo, este hombre continúa mostrando amor para ambos y con fe de que ambos han de “regresar” al hogar. Padre, papá, procura que tu amor nunca se dé por vencido, que jamás pierde la fe, que siempre mantenga esperanzas y firmeza en toda circunstancia. Yo entiendo, habrá momentos en que quieras tirar la toalla. Habrá momentos que estas por perder toda esperanza por el hijo o hija prodigo que tienes. Como el buen padre, espera, ten fe, no te des por vencido, mantente firme, demuestra amor, así como Dios nos muestra amor sin que lo merezcamos. El amor puede soportar cosas, no meramente con resignación pasiva, sino con entereza triunfante; porque sabe que la mano de un padre no causará nunca a su hijo una lágrima inútil.

¡Nos vemos próximamente en el barrio!

Foto por Ante Hamersmit en Unsplash