Para un hombre que tiene dos hijas, cinco nietos y recientemente una bisnieta, este Proverbio se hace palpable. Los abuelos comunmente son llamados viejos. Parece apropiado. Se creía que una numerosa descendencia era una gran bendición para un hombre; tener su mesa rodeada de hijos, como plantas de olivo; estar rodeado de una gran familia era una corona de gloria. Y vivir para ver a los hijos de us hijos, osea, una gran cantidad de nietos, era una alegría aún mayor. Todavía lo es hoy. «No tengo mayor gozo que el de oír que mis hijos andan en la verdad.» (3 Jn.1:4 RVA-2015 ).
Ser testigo de que tus hijos tengan a sus hijos, es algo muy especial. El salmista lo pone bien. «Que veas a los hijos de tus hijos.» (128:6a). Por años he orado para poder presenciar esto y poder, como el sumo sacerdote de nuestra familia, pronunciarles una bendición. También me atreví a pedirle al Señor la oportunidad de ver a los hijos de mis nietos. Él ha honrado eso. Bendición sobre bendición. Pero el proverbio continúa diciendo; «La gloria de los hijos son sus padres». Esto requiere que el «padre» también camine humildemente con el Señor. Para no traer desgracia a sus hijos, ni a los hijos de sus hijos.
Toda esta alegría y bendición relacional emana de nuestro Padre celestial. En Juan 1:12 vemos la naturaleza espiritual de la paternidad. “Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio derecho de ser hechos hijos de Dios, los cuales nacieron no de sangre ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad de varón sino de Dios.» Dios aseguró a su familia eterna al sacrificar a su Hijo Jesús, por nosotros. Eso le ha traído una verdadera corona de gloria a él y a sus hijos. ¡Aleluya!