Nací y crecí en una familia, como muchas de las familias hispanas, con tradiciones, ideologías y creencias muy fuertes. Estas tradiciones nos definían como familia al punto que todo aquello que no estuviese alienado a nuestras tradiciones era considerado como absurdo y podía catalogarse como enemigo. Algunas de las tradiciones eran muy folclóricas y encontraban sus raíces en la cultura Española y la religión que practicaba la familia. Están tradiciones unían la familia de forma muy especial. Sin embargo, cualquier diferencia con las tradiciones, creencias e ideologías de la familia era asunto de guerra. Al pasar de los años me di cuenta de que muchas de estas tradiciones, creencias e ideologías tenían mayor peso que la Palabra de Dios.
¿Qué hay de malo en las tradiciones? Tal vez los fariseos debieron haberse hecho la misma pregunta. En el Evangelio de Marcos, capitulo 7 encontramos un relato donde los fariseos cuestionan las acciones de los discípulos de Jesús al no “seguir el ritual judío de lavarse las manos antes de comer.” Marcos hace mención que esta era una “exigencia” de las tradiciones antiguas a la cual ellos se habían aferrado. Ahora, piénsalo bien, ¿qué tiene de mano lavarse las manos antes de comer? Acaso no es una acción higiénica. ¿Te acuerdas cuando tu mamá o tu abuela te llamaban a comer sin antes decirte que te lavaras bien las manos? ¿Qué vamos a decir ahora de esta práctica higiénica con lo que se nos ha pedido que hagamos repetidamente para evitar el contagio del COVID-19? No hay nada de malo en esa costumbre. ¿Estas de acuerdo?
Al continuar leyendo el relato en Marcos encontramos varios puntos claves que llaman la atención. Primero los fariseos acusan a los discípulos de Jesús de no seguir la antigua tradición de ellos. Segundo hablan de que tenían que realizar la ceremonia de lavarse las manos. Jesús reconoce el corazón de aquellos fariseos acusadores respondiéndoles : “Tenía razón Isaías cuando profetizó acerca de ustedes, hipócritas, según está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas”. Ustedes han desechado los mandamientos divinos y se aferran a las tradiciones humanas. Y añadió: ¡Qué buena manera tienen ustedes de dejar a un lado los mandamientos de Dios para mantener sus propias tradiciones!” Son palabras duras, ¿no crees? Jesús no se opuso a las leyes dadas por Dios, su oposición era que los fariseos las fueron construyendo e imponiendo por encima de la ley. Haciendo de estas “nuevas leyes” una fabricación histórica que imponía una gran carga sobre el pueblo judío. La tradición no tiene nada de malo, pero cuando se confunde con la inspiración divina, se convierte en idolatría y según Jesús dice esto nos hace anular la palabra de Dios.
Detente y piensa por un momento como atesoramos muchas de nuestras tradiciones e ideologías. Las tomamos como si fuesen divinas. ¡Cuidado! Debemos darnos cuenta de que realmente son temporales al compararlas con la Palabra de Dios. La Palabra de Dios fue preexistente, siempre ha existido y siempre existirá. Por el contrario, nuestras tradiciones e ideologías por más años que tengan de establecidas son un simple parpadeo en el gran esquema eterno. Tienen significado para nosotros porque han sido transmitidas de generación en generación y han sido penetradas en nuestras mentes. Pero no son sagradas, la mayoría de ellos de todos modos. No cuando se coloca al lado de la palabra de Dios.
La naturaleza humana toma el principio divino y lo usa de manera bastante subjetiva. En estos días de crisis nacional he observado cuan fácil aplicamos la Palabra de Dios para beneficiarnos tanto como sea posible. Por alguna razón, nuestras llamadas interpretaciones siempre parecen funcionar a nuestro favor justificando nuestras tradiciones, creencias e ideologías, lamentablemente incluyendo las ideologías políticas. Al igual que los fariseos acusamos a quienes “no siguen nuestra antigua tradición” y los constituimos “enemigos” al no cumplir con “nuestros rituales”. Al igual que los fariseos, nos especializamos en engrandecer los asuntos de menor importancia y minimizar los asuntos de mayor importancia. Defendemos con rigor las menudencias del Reino y descuidamos sus principios fundamentales.
Jesucristo nos llama a un discernimiento profundo que solo puede venir por el Espíritu de Dios. Pon tu vida y tu vista en Su Palabra y en lo que Él nos ha ordenado como Sus discípulos. No te apoyes en absoluto sobre las “leyes” que tú mismo has construido o te han inculcado. Pide sabiduría a Dios para que puedas discernir la diferencia y vive para lo que importa; glorificar a Dios por encima de todas las cosas. «El cielo no permita que sigamos jugando juegos religiosos en un rincón cuando la nube y el fuego de la presencia de Dios se encuentran en otro rincón.» – David Watson
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Dr. Rafael Gutierrez
Director Ministerio Padre de Corazón
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