Al finalizar una conversación telefónica con un buen amigo me quede pensativo por un momento. No necesariamente por los temas que hablamos, pero por un solo tema que cubrimos brevemente: menos de un minuto. ¿El tema?, Jubilación. No surgió como una pregunta, por ejemplo, “Rafy, ¿Ya te jubilaste?”, pero como una aseveración; “Rafy, ya tu estas jubilado”. No es la primera vez que esto me sucede. Tal parece que una vez uno alcanza los 50 años se comienza el proceso de jubilación.
En Estados Unidos la edad del retiro es a los 66 años y dos meses para quienes nacieron en el 1955 y va gradualmente incrementado a los 67 para quienes nacieron en el 1960 y después de ese año. Aun cuando esta es la “regla”, si lo podemos llamar de esa manera, establecida por el gobierno federal de los Estados Unidos, parece que para la sociedad la edad de retiro es más temprano. Por ejemplo, cuando en el 2010 decidí entrar en el Seminario Teológico de Centro América (SETECA) para realizar una maestría en Estudios Bíblicos, un pastor me dijo “Rafy, ¿por qué quieres ir a estudiar maestría?, tu estas viejo para estudiar. ¿Viejo para estudiar? Lo interesante es que para esos días salió en las noticias de un señor de 83 años que había ingresado a un Seminario Teológico a estudiar los idiomas hebreos. Yo apenas tenía 52 años en ese momento. ¡Un jovencito aun!
La primera parte del versículo diez del Salmo 90 nos dice: ¡Setenta son los años que se nos conceden! Algunos incluso llegan a ochenta.” Al leer lo que está sucediendo en nuestros países podemos ver el hecho de que actualmente la esperanza de vida está aumentando muchísimo y, a la vez, cada año parecen nacer menos niños en muchos de nuestros países. Por lo tanto, nos encontramos con la paradoja de que hay casi más abuelos que niños ¡Interesante! El número de personas mayores en las familias van en aumento. Otro dato interesante y bueno es que los mayores, por lo general, no se mueren pronto como antes, ¡menos mal! ¿Cuántos dicen Amen?
La medicina ha avanzado mucho en el campo de la geriatría y, aunque muchos de los abuelos tienen un régimen de medicamentos diarios, lo cierto es que van cumpliendo cada vez más años y están con mejor salud, y, por lo tanto, necesitan sentirse válidos, activos y felices durante mucho más tiempo. Otra vez, ¿Cuántos dicen Amen?
Los que me conocen, saben que me gusta presentar la definición y hasta la etimología, la raíz de aquellas palabras que merecen ser estudiadas con más profundidad. Por lo tanto, he querido pensar que la palabra jubilación, etimológicamente hablando, nos debe llevar a pensar en “júbilo”, en alegría, en gozo, pero eso es así solo para aquellos que la desean, para los que tienen la vida llena de proyectos nuevos o sueños que realizar todavía después de abandonar la vida laboral. ¿Me escuchaste bien? Lo repito: para aquellos que la desean, para los que tienen la vida llena de proyectos nuevos o sueños que realizar todavía después de abandonar la vida laboral. Pero también puede ser un inmenso sufrimiento, cuando la persona se siente ante un precipicio sin fondo si no está preparada para aceptar la jubilación con agrado, o no la desea, o piensa que se va a ver expuesto al aburrimiento, a la pasividad o a sentirse ignorado, menospreciado y/o marginado.
El querer “adelantar” la jubilación se trata, por lo tanto, de una verdadera discriminación social, no solo aceptada sino incluso aplaudida por todos los que aún no han llegado a ese momento crucial de la vida y quienes participan con fuertes aplausos y vítores cuando se entrega al nuevo jubilado el reloj de regalo esperado o el ramo de flores, sin ninguna posibilidad de que esos actos sean cuestionados o rebatidos por el propio homenajeado u homenajeada. De hecho, estoy convencido de que aún no me he jubilado pues aún no he recibido el famoso reloj o el pergamino oficial de la jubilación. ¿Dónde esta mi reloj de la jubilación?
Ahora, lo cierto es que la vida corre muy rápida y para los que tenemos hijos nos encontramos ante la realidad de que llegamos a ser abuelos casi de sopetón. Curiosamente, es uno de los actos más involuntarios a lo largo de nuestra vida. ¡Nos hacen abuelos! Es la ley de la vida. El ciclo de la vida. Es un espléndido regalo que nos hacen nuestros hijos… cuando los hijos se hacen padres, los padres de ellos se hacen abuelos.
Pero ese acontecimiento, así de golpe, nos colapsa. ¿Ha pasado tan pronto la vida? Tal vez en algún momento dado llegaste a pensar que los abuelos eran gente mucho más mayor que nosotros. Muchos, por eso, llegan incluso a pedir que no se les llame abuela o abuelo buscando términos menos calificadores de una edad avanzada. En mi caso, preferí que me llamaran “papá”, pues abuelo me parece muy viejo. Pero la realidad es la que es, aunque sea maravillosa la experiencia de ser abuelo, avanzamos en edad. Bueno…algunos.
Te espero en el próximo artículo de Herramientas de Papá. Mientras tanto, nos veremos en el barrio…un cafecito a la vez. Que Dios te bendiga abundantemente y seas de bendición para otros. Y para los que me quieren adelantar la jubilación: “Donde me ves…te veras un día.” ¡Órale!
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Dr. Rafael (Rafy) Gutiérrez
Director/Pastor
Ministerio Padre de Corazón
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Fuentes consultadas y citadas: Martínez Vera, E., & Planagumà, C. (2016). Una guía para los abuelos de hoy.
Foto por: Mark Timberlake on Unsplash